24.8.09

Pretérito imperfecto

¿Por qué tiene que llegar un día en que lo que siempre nos gustó deja de hacernos gracia? El arroz con leche, Vincent Vang Gogh, el bar de la esquina, los conciertos de punk rock... Un año más, y nada es lo mismo. Ya no me gusta ni Baudelaire. ¿Será que no morimos una sino muchas veces (después del último arroz con leche) y será que nacemos en varias ocasiones (con el primer mel i mató)?

Quizá sea ésta la única manera de que las cosas pasen: que al final pasen de largo. Igual quemar las naves cada cierto tiempo sea la única manera válida de existir.

Ayer volví a morir: antro, alcohol, baile, concierto. El cantante se acercó a ligar y pagó una ronda. Visité el camerino y cargué una Gibson hasta la furgoneta. Y mientras mi amiga y la banda hacían planes de madrugada, salió de mi boca un enorme bostezo. Chicos, yo me voy.

Dos manzanas más tarde, justo cuando empezaba a notar que me dolían los pies, el chico, que me había alcanzado corriendo, se avalanzó sobre mí sin pedir permiso. En sus ojos ponía: "la cocaína pasó de moda". Luego, mirando al suelo, pensé que era la última vez que aquellas zapatillas pisarían la ciudad.

Cuando uno, por fin, consigue abrir los ojos, tiene la obligación de dejar de perpetuar el horror.

(Imagen de La Felguera.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé que manía les has cogido a las zapatillas! Por lo demás, sabes que no podría estar más de acuerdo ;-)
Besazo, Helen

Ana Portolés dijo...

Esas zapatillas, como otras muchas cosas, deberían estar en la basura desde hace un par de años, querida Helen.

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