16.8.09

Lo que de noche se hace

Existen muy pocas cosas en la vida que sean más evocadoras, sugerentes y llenas de posibilidades que las noches centellantes del mes de agosto. Las perseidas, la luna y hasta las luces de los semáforos tienen la culpa de que no me apetezca nada dormir a estas horas. Así que me doy una ducha a las tres y media, corto una rodaja de sandía a las cuatro menos diez, y pienso en ir a dar una vuelta en cuanto acabe de teclear lo que sea que tenga que dejar aquí escrito.

Sé que esto no está bien. Vivir de día y dormir de noche es una de las pocas normas no escritas de carácter universal y por algo será. Mi abuela Fabiana decía: "lo que de noche se hace, de día se ve", con lo que advertía de que al final lo único que cuenta es lo que piensas de todo al día siguiente (aunque ese "todo" significara una sola cosa). Como sea, estas muestras de comunión entre sabiduría de aldea y pensamiento global me calan muy hondo, más cuando mañana es el cumpleaños de mi mejor amiga y me gustaría pasarlo despierta. Así que nada de meterme en la cama con los primeros rayos de luz. A las ocho de la tarde mataré por un colchón, claramente, pero quizá sea el principio de mi vuelta al mundo de los vivos y reencuentro con la realidad, para lo bueno y para lo malo.

Muchas felicidades, Sara.

(Foto de W. Eggleston.)

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