16.12.09

Mi otro amigo

Hace seis o siete años que conozco a David. Desde entonces ha estado en todos mis cumpleaños. Recibo su felicitación analógica cada Navidad. Y es de las pocas personas que han estado en todas mis casas. Cuando nos vemos solemos ir al teatro (me encanta su media sonrisa cuando la obra le gusta) y luego a beber por ahí. Pero ni siquiera a las cinco de la mañana, bien calientes de barra, somos capaces de hablar de según qué. Es así. Nunca hablaría de amor con mi tío, ni de la muerte con mi hermano, ni de marranadas con David.

Por eso me quedé sin respiración aquella tarde en el Marsella. Él me enseñaba un libro de poemas que pensaba presentar a un concurso, yo leí dos o tres al azar, y él acabó por señalarme uno en particular: "Dies de 1997". "Diga'm que et sembla", dijo con mucha tranquilidad. Y así me metí en lectura, con los ojos cada vez más abiertos y la garganta cada vez más cerrada. La poesía en cuestión trataba de una follada a sangre fría sin concesiones románticas, y recuerdo ese momento como la primera vez en mi vida que no supe qué hacer, qué pensar, qué decir, ni hacia dónde mirar. Creo que repasé todas las botellas de licor de la estantería más alta mientras dije alguna vaguedad antes de cambiar de tema.

No me puedo creer que hoy lo haya subido al tubo. Vuelvo a no saber dónde meterme. Si no lo conociera, esa poesía me daría lo mismo. Si no me tuviera acostumbrada a esa prosodia suya de vaivén de mecedora, si no fuera siempre tan considerado y caballeroso, si no le hubiera dejado callar tanto. Si no fuera un hombre.

(Esbozo de Mr. Hyde, de Javier Olivares.)

11.12.09

Programación neurolingüística

Una pena, lo de Vila-Matas. Tan capaz y tan aburrido. Haced la prueba: coged cualquiera de sus textos, copiadlo en una hoja en blanco y subrayad a dos colores; con rojo las acciones -verbos- que el autor/narrador lleva a cabo de cuello para arriba, y con verde las de cuello para abajo. Veréis qué diferencia. Su último artículo para El País Semanal, "La lluvia en Brighton", sin ir más lejos, es el culmen de lo que estoy diciendo. "Recuerdo", "veo", "pensé", "me parecía", "sentí", "había previsto", "reparé", "me acuerdo", "comprendí", "había leído" y la gran cabriola "escapé del guión y pasé a modificar los aspectos más ásperos de lo que pensaba" van en rojo. "Escribí", "me acercaba a la ventana" y "bajé (...) al supermercado a comprar café", en verde, en un exceso.

Entiendo que no se aprende a escribir en la calle sino con una pierna esposada al escritorio. Pero también entiendo que si no pisas la acera pronto no habrá nada sobre lo que escribir. La habitación de hotel, el barito de turno y la mollera de uno pueden servir de filón por un tiempo, pero cuando los pensamientos empiezan a retroalimentarse (solo en ese texto hay quince palabras que derivan del verbo pensar), es como cuando el cuerpo humano empieza a absorber las proteínas de sus propios músculos tras varias semanas de ayuno. También se parece a comerse los mocos, y a hablar de los muertos.

¿Por que no escribe directamente tratados de filosofía, o se crea un alter ego pelín más sanguíneo, o tira de invención en vez de vivencia? ¿Por qué nos martiriza con esa primera persona rumiante y pasiva, observadora y estanca? ¿Por qué no aprovecha todo su ingenio y estilo para salir del huevo?
Me conformaría, de verdad, con leerle un puñetazo encima de la mesa.

(En la imagen, "Insomnia" de Jeff Wall.)

10.12.09

Perdidos

Vengo de comisaría. Mi D.N.I. caducó hace año y medio, pero como a mí me importaba un bledo y a los demás dos, ha hecho falta un trabajo nuevo y un sol radiante para que valiera la pena el paseo. En la puerta un cincuentón malas pulgas me ha asignado un número e indicado el camino con la barbilla. Y he acabado en un rincón, contagiada de mala leche junto a un poster terrible de fotos de desaparecidos. A veces es tan fácil ponerse existencialista.

Pasar año y medio sin identidad no es ninguna tontería, y mi caso respondía al deseo de paz y de olvido. Por eso, porque cree el ladrón, he mirado fijamente a los desaparecidos tratando de averiguar si alguno no estaría en esa pared por vocación pura y dura (como en el párrafo 15 de aquí).

Pero no he tenido tiempo de intimar con ellos, porque de reojo he visto un hueco prometedor y me he sentado en una mesa vacía. Nadie me ha pedido el número. No me ha hecho falta pronunciar ni una palabra. Ni siquiera me han multado por la demora (me lo hubiera tomado como un reconocimiento personal). Diez minutos después, volvía a respirar polución bajo el bonito sol invernal, y tomaba el camino a casa con la certeza de llevar en el bolso una auténtica castaña.

30.11.09

El tomate


"Hablaré de publicidad y también de tomates, porque las personas serias,
las que realmente valen la pena y tienen algo que decir, siempre hablan de tomates.
Actualmente los verdaderos filósofos ya solo hablan de tomates.
El tomate encierra un secreto y estamos a punto de descubrirlo."


Arturo San Agustín
El Periódico de Catalunya
Miércoles 11 de noviembre de 2009

(Lo de la foto es "Bycicle Wheel" de Marcel Duchamp.)


No tengo idea de por qué, pero el suceso primordial es siempre tabú. Lo que está pasando, lo más importante de todo lo que ocurre en este momento es, precisamente, lo que no se puede decir. Y si se puede es que ha dejado de importar o nunca fue para tanto. Ese es el mayor problema de cualquiera que escriba públicamente. O la mayor suerte, según, porque hay novelas de quinientas páginas, trescientas mil palabras, que nunca se hubieran escrito de poder nombrar, escribir, o siquiera pensar en una sola que nunca estará entre las demás. Pero no se puede, ni eso ni estornudar con los ojos abiertos, y así estamos: escribiendo y mintiendo, como bellacos.

Sí; es descorazonador. Lo único a lo que se puede aspirar es a envejecer e ir contando lo que ya no importa con la única pasión del recuerdo. Eso o aprender a marear muy bien la perdiz, o sea, no decir nada pero echarle gracia. Dicho esto, parece normal que los escritores, poetas y letristas de canciones románticas tengan más cara que espalda. Tú crees que hablan de amor con amor, pero resulta que solo se puede hablar de amor sin amor.
Que nadie se acerque a uno de ellos.

En las letras nunca estuvo ni estará la verdad, y en los cafés solo se dicen tonterías, así que a lo que hay que estar atentos es a la omisión: "Cese temporal de la convivencia matrimonial". Claro, la palabra oculta era divorcio, pero a quién le importa ahora que lo dicen hasta ellos.

3.10.09

Cultura popular

Creo que leerse un libro, un libro serio, antes era una cosa y ahora es otra. Cuando no había cómics, ni cine, ni canciones de rock debía de ser más fácil ponerse a leer. Pero hoy, con todos esos ruiditos, colorines y cosas que se mueven, prestarle atención a un objeto pequeño, quieto, mudo y en blanco y negro es un acto de voluntad. En fin, para qué dar más vueltas; soy una pésima lectora de libros.

Aun con todo, es muy dificil pillarme sin un libro, un libro serio, dentro del bolso, y más cuando presiento que el día va derecho a una sala de espera, como hoy. Porque una quiere instruirse y cultivarse, conocer lo que a una se le supone que conoce y, no sé, hacer aprecio a la gran suerte que es tener semejante legado cultural al alcance de la mano. Pero, por desgracia, hay una cosa que tienen en común todas las salas de espera del mundo: revistas del corazón. Y en menos de dos segundos se me han ido las manos detrás del papel couché rosa chicle, lleno de huellas dactilares grasientas acumuladas desde octubre de 2007. Sí, encima estaba caducada. Pero ¿qué son esos dos años comparados con los cien de mi libro de poemas de Rilke? Además, acabo de saber que Rilke era un tipo insufrible.

Y así es como he ido a parar a la increíble historia de amor de Seal y Heidi Klum. Ella: rubia, guapa y en la cresta de la ola. Él: negro, con secuelas de Lupus y olvidado por el gran público. Se acuestan. "Tengo que decirte algo: estoy embarazada." "¿Ya?" (Sin haber salido de la cama.) "No, imbécil, de otro." Y él dice que sin problema, que lo criará como a su propio hijo, y ella se queda embarazada de él dos o tres veces más. Y son felices todos juntos. Y hasta hoy.

Yo tenía las pupilas diluidas en el techo, como dos huevos fritos con la yema rota, y pensaba en lo fáciles que son a veces las cosas cuando me han dicho que ya podía pasar.

(La ilustración es de Sonia Pulido y se llama "Días de radio".)

18.9.09

A por el loco

Segundo jueves de septiembre: las galerías de arte disparan nueva temporada, todas a la vez. La ciudad se pone espléndida en la tarde, pero a mí me invaden las ganas de rastrear cloacas. ¿Qué gracia tienen los valores seguros? Hay que ir a por el loco, me digo, igual que hay que ir a por el pan.

Nada mejor que una sala pequeña en una calle pequeña. Nada mejor que una pintora que aún es camarera. Nada mejor que una loca que no es de aquí, ni vive aquí, ni le gusta esto. Una que no quiere ser famosa, ni siquiera fichar por una gran galería. Una joven kamikaze con un chaleco lleno de bombas.

Dan las nueve. Empieza la música. Irene se enfrenta en directo a un lienzo en blanco. Setenta personas esperan un milagro. Ella mira el rectángulo virgen, sin ninguna prisa, durante un par de incómodos minutos, antes de coger un pastel rojo y titular la obra: “La vida”. Luego se agacha y coge un pan redondo de cuarto, lo unta con pegamento y lo sostiene contra la tela durante un minuto para que se fije bien. Se agacha de nuevo: y otro pan. Lo pega también. Lo aguanta lo suyo. Coge el tercero y ya tenemos tres en raya, pero entonces cuatro personas se levantan y se van. Sexto y contando. La miro de espaldas con el brazo estirado y el décimo pan en alto, por encima de su cabeza de nuca despejada, y tomo conciencia de que estoy pasando el jueves en una galería para guiris viendo cómo una tía de 26 años pega hogazas sobre un bastidor. Un perro y su dueña abandonan la primera fila molestándonos a todos. La chica de delante decide irse y tira de una patada una lata de cerveza que se derrama en el suelo. Hasta cuatro personas le ofrecen pañuelos de papel. A mí me ofrecen un chicle mientras Sonia me explica que Schiele y que el Fluxus. Se retiran otros diez. El sonido del show, ahora, se compone de gemidos, alaridos y gritos histriónicos de mujer, a un volumen muy alto. Me siento como si viera a mi abuela atracar un banco disparando mandarinas, me río para mis adentros y deseo que el sinsentido se alargue toda la noche, sobre todo porque el público que ha llegado al pan 14 ya no sabe dónde meterse. Ah, me encanta estar ahí.

-Son cuarenta y ocho –me dice el de detrás.
-¡¿Cuarenta y ocho?! ¿Cómo lo sabes? –me intereso sin quitarle ojo al cuadro y reprimiendo las ganas de llevarme los dedos a la boca para silbar.
-Porque acabo de volver con ella de la panadería –me contesta, y nos reímos juntos.

Pero, para mi desgracia, Irene se para en el 26 y se lía a escribir frases de la Biblia hasta que llega abajo. Un salpicón de pintura oscura sobre los panes da por terminada la obra, y sólo entonces la chica retira con decisión, de una en una, las telas negras que ocultan el resto de cuadros de la exposición. Gran aplauso. Irene abraza a su novia deejay y sonríe ampliamente mirando al suelo. En realidad nadie ha entendido nada, pero eso es lo de menos. La mayor ventaja de ver a alguien haciendo exactamente lo que le apetece es que el resultado siempre es incomparable, perfecto en sí mismo. Y es como si en toda la tierra no existiera nada más.

-Tía, los tienes cuadrados -le digo más tarde.
-Calla, que me duele mucho el brazo.

2.9.09

Sin lugar para sufrir

Estos días he estado en Huesca, visitando el pueblo de mi padre cuyo censo no llega ni a cien habitantes. Y el pasado lunes, por primera vez, entré en el cementerio, un patio desangelado y pequeño con un par de chopos y algunas particularidades: nunca se cierra con llave (total...), los nichos son desiguales entre sí (porque a nadie se le ocurrió usar un metro antes de empezar a poner ladrillos), y hay una correlación casi exacta entre la vecindad de las casas y la proximidad de las lápidas, es decir, que los que son vecinos en vida también lo son después de muertos. Como en un gran tablero vertical de Monopoly. El lugar, en fin, infunde poco respeto y todavía menos miedo.

Mi tía, mi prima y yo constituíamos esa tarde una bonita estampa costumbrista, comiendo higos en el huerto, cuando vimos a mi padre entrando en el camposanto con una escalera larga. Intrigadas, dejamos los higos y fuimos tras él a ver qué se proponía, no sin antes llenarnos los bolsillos con las almendras de un árbol próximo a la puerta.

Y ahí lo encontramos, sobre la escalera, en el primer muro entrando a mano izquierda, midiendo con normalidad de ensayo general (no podía recordarme más al cuento "Simulacros" de Cortázar) el nicho más alto de la última columna de la derecha: el suyo. Mientras, mi tía y mi prima recorrían por enésima vez la ruta de los restos familiares, y yo concentraba mis esfuerzos en buscar una piedra suficientemente grande capaz de cascar las almendras. Después de bregar un rato sentada en el suelo, fui hasta mi padre, que seguía encaramado con el lápiz en la oreja, y le ofrecí un montón de frutos pelados con la mano abierta. Él cogió un par o tres y aprovechó para pedirme que sujetara el metro; quería dejar hecha una placa a medida con nuestros apellidos grabados. El hombre es herrero desde que recuerda y, por lo que parece, lo va a ser hasta el fin.

"A mí que me entierren en el huerto", dijo mi prima ya saliendo. "¿Con los tomates, con las judías o debajo de la higuera?", le pregunté, socarrona. "Donde menos moleste", contestó ella sin darse más importancia.

En la calle nos esperaba mi tío con dos preguntas más bien retóricas: qué coño habíamos ido a hacer al cementerio y si alguna vez iba a ser posible cenar a la hora en aquella casa.

24.8.09

Pretérito imperfecto

¿Por qué tiene que llegar un día en que lo que siempre nos gustó deja de hacernos gracia? El arroz con leche, Vincent Vang Gogh, el bar de la esquina, los conciertos de punk rock... Un año más, y nada es lo mismo. Ya no me gusta ni Baudelaire. ¿Será que no morimos una sino muchas veces (después del último arroz con leche) y será que nacemos en varias ocasiones (con el primer mel i mató)?

Quizá sea ésta la única manera de que las cosas pasen: que al final pasen de largo. Igual quemar las naves cada cierto tiempo sea la única manera válida de existir.

Ayer volví a morir: antro, alcohol, baile, concierto. El cantante se acercó a ligar y pagó una ronda. Visité el camerino y cargué una Gibson hasta la furgoneta. Y mientras mi amiga y la banda hacían planes de madrugada, salió de mi boca un enorme bostezo. Chicos, yo me voy.

Dos manzanas más tarde, justo cuando empezaba a notar que me dolían los pies, el chico, que me había alcanzado corriendo, se avalanzó sobre mí sin pedir permiso. En sus ojos ponía: "la cocaína pasó de moda". Luego, mirando al suelo, pensé que era la última vez que aquellas zapatillas pisarían la ciudad.

Cuando uno, por fin, consigue abrir los ojos, tiene la obligación de dejar de perpetuar el horror.

(Imagen de La Felguera.)

16.8.09

Lo que de noche se hace

Existen muy pocas cosas en la vida que sean más evocadoras, sugerentes y llenas de posibilidades que las noches centellantes del mes de agosto. Las perseidas, la luna y hasta las luces de los semáforos tienen la culpa de que no me apetezca nada dormir a estas horas. Así que me doy una ducha a las tres y media, corto una rodaja de sandía a las cuatro menos diez, y pienso en ir a dar una vuelta en cuanto acabe de teclear lo que sea que tenga que dejar aquí escrito.

Sé que esto no está bien. Vivir de día y dormir de noche es una de las pocas normas no escritas de carácter universal y por algo será. Mi abuela Fabiana decía: "lo que de noche se hace, de día se ve", con lo que advertía de que al final lo único que cuenta es lo que piensas de todo al día siguiente (aunque ese "todo" significara una sola cosa). Como sea, estas muestras de comunión entre sabiduría de aldea y pensamiento global me calan muy hondo, más cuando mañana es el cumpleaños de mi mejor amiga y me gustaría pasarlo despierta. Así que nada de meterme en la cama con los primeros rayos de luz. A las ocho de la tarde mataré por un colchón, claramente, pero quizá sea el principio de mi vuelta al mundo de los vivos y reencuentro con la realidad, para lo bueno y para lo malo.

Muchas felicidades, Sara.

(Foto de W. Eggleston.)

9.8.09

Post adolescente lamentable

Un cuarto de hora después de ver esto, en cuanto se me ha pasado el primer ataque risa, he entendido lo del sábado pasado. (Para ser sinceros primero he pensado: "Hay que ver cómo van estos de eme" y después me he acordado de una canción de Ultraplayback llamada "Mal dance"; pero luego sí, lo he entendido y se me han quitado las ganas de chistes.)

El sábado, decía. El sábado acabé en una fiesta de rebote. Una de esas cenas en la terraza de alguien a la que nadie te ha invitado directamente. Qué queréis que os diga; que iba en buena compañía, que no tenía nada mejor que hacer y, bueno, supongo que media docena de cervezas podrían redondear el argumento. Todos los que estaban allí eran amigos o parientes de un famoso local, también presente, y yo pronto me lié con las sardinas a la brasa, la gente y una cuantas cervezas más. Todo estupendo hasta que solté un comentario (innecesario del todo) que me relacionó con el periodismo, a partir del cual el famoso no volvió a dirigirme la palabra. Al irse, se despidió de todos menos de mí.

Hasta hoy no había entendido nada. Pero ahora caigo en que si, como ya dije, los escritores son unos pusilánimes, los periodistas/críticos culturales son unas sanguijuelas. Como en el vídeo de arriba, todos acudimos donde sea que alguien se lo pasa teta, a quedarnos con el rollo, a llevárnoslo por la cara, a apuntarnos el tanto o a ver si se nos pega, normalmente sin aportar. Aparecemos cuando algo empieza a ir muy bien o muy mal, o sea, que llegamos cuando en realidad ya no hacemos ninguna falta.

Hace ocho años dejé la psicología porque, sobre todo, no quería convertirme en une voyeuse de la vida. Pero aquí me tenéis, vuelta a caer del mismo peral y sin saber todavía para qué cuernos me levantaré algunos días de la cama.

(La foto la he raptado de aquí.)

6.8.09

La contrarréplica


"Tú fuiste hippie. Nosotros no tenemos valores y vosotros sí.
Pero vosotros habéis fracasado en vuestra revolución
y por eso nosotros somos nihilistas y pragmáticos.
Te lo he explicado ya muchas veces, papá.”


Silvia Abascal a Tito Valverde en “Pepa y Pepe”, cap. 2.


La primera bofetada de mi vida me la dio Mónica a los 7 años de edad, ya no recuerdo por qué. Ella misma fue quien me dijo, con sólo 8 años pero más que consciente de estar aniquilando mi infancia, que los Reyes eran los padres. Cuando teníamos 9 cogimos piojos a la vez y, a pesar de aquel champú atroz que nos dábamos a diario de rodillas y con los pelos volcados en la bañera, tardamos más de dos meses en despiojarnos porque cuando una se los quitaba de encima la otra, medio en broma me dio en serio, se los volvía a pasar. Debíamos de tener 10 cuando hicimos nuestra primera pintada callejera y empezamos a robar en la tienda de caramelos. Con 11 descubrimos qué era un condón profanando el cajón de los calcetines de su padre. Y con 12, ya calzadas con deportivas de marca, adoptamos, bautizamos, discutimos la custodia y abandonamos en la misma tarde a un pobre gato que pasaba por ahí.

Mónica era capaz de las bromas más crueles porque no conocía la mala conciencia, pero yo podía dejar de hablarle durante todo el tiempo que hiciera falta hasta que me pidiera perdón, sin dejar de jugar en su mismo grupo durante el recreo o incluso caminando a solas con ella por la calle, del colegio a casa y de casa al colegio durante días y hasta semanas. Fuimos todo lo que nos dejaron ser: egoístas, caprichosas, presumidas, orgullosas, irrespetuosas, impulsivas… La misma basura posmoderna, por mucho que a los 13 mis pósters fueran de Guns’n’Roses y los suyos de New kids on the block.

Mónica acaba de ser madre y ya tengo ganas de conocer a David. Pero no puedo dejar de preguntarme cuál va a ser nuestra contrarréplica.

22.7.09

Aberrando que es gerundio

Creo que fue a mediados de los 90 cuando alguna cadena privada osó interrumpir por primera vez el telediario de las tres, hasta entonces sagrado como una misa, para meter anuncios. "Es el fin", pensé entonces. Menuda ilusa. Pero hay que entender que por esas fechas aún no había entrado en un urinario público con la puerta forrada de propaganda, ni en una parada de metro invadida por un sponsor desde las escaleras hasta los bancos del andén, ni en un festival que se llamara igual que una cerveza, ni en un teatro que se hubiera cambiado el nombre por el de un helado con nueces de macadamia.

Odio la publicidad con todas mis ganas. De pequeña me gustaba algún anuncio porque en los 80 éramos audiovisualmente muy impresionables, pero ahora mismo me dan todos un asco bastante similar. De seguir todo como hasta ahora, mi postura hubiera sido la de siempre: que diserten o actúen otros, que yo ja ho tinc coll avall. Pero acabo de conocer la existencia de esta aberración interestelar y necesito que alguien me diga que no soy yo, que son ellos los que están como un cencerro, los que no respetan nada, los que no se dan cuenta de lo insignificantes que son y de la chapuza tan grande que están a punto de hacer. Asquerosos. Inconscientes. Ojalá no os crezcan más las uñas ni las cejas y todas vuestras hijas nazcan con cara de mazapán.

20.7.09

Parole, parole, parole

Este fin de semana he sido pillada por sorpresa por tres palabras: una bastante fea, otra que ni siquiera existe y una tercera capaz de aniquilar, ella sola, cualquier confianza en el futuro del género humano. Empiezo por la última, que es la que más ruido me trae: wantologist. Este neologismo con el que topé en un artículo de La Vanguardia designa a una nueva raza de profesional formado para decirte a ti, calamidad, qué es lo que quieres en esta vida. Nuestro mundo plastificado ya nos había convertido en inútiles incapaces de hacer un fuego, matar una gallina o insultarnos sin contratar a un abogado, pero esto me parece el colmo. Entre todos la tenían y ella sola meaba, en fin.

Segunda palabra: chozno. Ésta me la encontré aquí y es el nombre que se le da al hijo de un tataranieto. Horrorosa de lo más pero, chico, está en el DRAE.

Y la tercera ha sido cebien. La escribió ayer mi sobrina Núria (6), en el chat, justo después de que yo le anunciara por escrito que hoy pasaría a verla a ella y a su hermana Marina (4), porque se me están quedando antiguos los últimos óleos (sobre estas líneas "Retrato de un padre sin afeitar" I y II, rotulador Vileda sobre madera esmaltada, 75x100). Además de decirme la palabra más bonita de todo el fin de semana, da gusto ver cebien que pintan, ¿verdad?

16.7.09

Arácnido en tu pelo

Habría que reivindicar desde ya el derecho de todas las personas a no estar. Pero no el "no estar" del que se sube al tren con iPod y PSP, sino el "no estar" para poder estar en lo impensable, en lo abismal, en lo inconcebible. Y para eso no valen ni cascos ni drogas ni vuelo sin motor; uno tiene que concentrarse en su voluntad para poder ir a la suya. Que le dé igual la gramática y los fines de semana, que le dé igual qué es verdad y qué mentira, que le dé igual el orden, el recato y pasar el aspirador. Se trata de conseguir, durante un día o un momento, que a uno no le importe lo que nunca le importó y de permancer en atención flotante, esperando el milagro.

Un amigo me contó que de pequeño confundía la letra de El día que me quieras de Carlos Gardel. Hacia la mitad del tango, Gardel cantaba "y un rayo misterioso/ hará nido en tu pelo", pero mi amigo entendía "y un rayo misterioso/arácnido en tu pelo/ luciérnaga curiosa/ que verás que eres mi consueeelo". Porque lo que más le gustaba en el mundo eran los cómics de Spiderman. Y si a él le parecía maravilloso tener una araña (además de la luciérnaga) en la cabeza, pues a ver quién tenía derecho a quitarle la ilusión, sólo porque la letra sea así. La letra, a partir de ahora, va a ser lo que yo diga. Y si ayer confundí, durante un segundo, un mapa de las áreas inundadas de Mumbai con un Kandinsky, pues fijáos el partido que le llegué a sacar.

14.7.09

Un belén en el Portal

Mayo de 2009. Barcelona, Portal de l'Àngel. La que escribe y su amiga Sara se cagan en su suerte:

-Mierda, qué de gente. | -Tendríamos que haber ido por la otra calle.
-¿Pero qué es lo que pasa? | -Deben de estar rodando una peli o algo.
-¡Mira! Ése es Álex Angulo. | -Ya, pero por eso no gritan las niñas.
-¡Mira! También está Corbacho. | -Que no, que pasa algo más.
-Pues no conozco a nadie más. | -¡Claro! Ahí está uno de "El Internado".
-Ah, de "El Internado". | -Vale, pues ya nos podemos ir.
-Por ahí. Empuja a ésa. | -Ok, tú sígueme.
(Foto robada a Carlos Molano.)

Hoy se ha estrenado "Universos" en Youtube: la wikipeli. Un cortometraje dirigido por José Corbacho y Juan Cruz en colaboración con 3.257 internautas. Reconozco de entrada que no me hacen gracia los proyectos que se hacen para marcas (éste en concreto es para Mahou), pero como temo que pueda ser el único futuro del cine, es gratis y siempre me puede la curiosidad, he terminado por verlo.

Punto uno: es para teens (que deben de beber más cerveza que nadie). Punto dos: no veo qué lo convierte en proyecto pionero; no pagar a los becarios, también llamado proyecto colaborativo, es más viejo que el rascarse (lo único que cambia es que las nuevas tecnologías permitan tener tres mil a la vez), y hacer un corto para una marca de bebidas alcohólicas es algo que ya hizo Miguel Bardem hace ocho años con "Soberano, el rey canalla" (otra historia edificante para la juventud de este país). Punto tres: al final te cuentan la moraleja (23' 01"), por si no la has entendido bien.

Qué raro es que los responsables de la primera causa de cirrosis hepática sean los actuales mecenas del arte. Cómo me jode que con la cosa wiki nuestras ideas ya no valgan dinero (aunque también disfrutemos gratis de las de los demás). Y qué poco aguanto ya el buenrollismo obligado en los textos escritos con la supervisión de un sponsor. Leed este texto del blog: "Con tantos co-directores, es imposible pronosticar qué veremos proyectado dentro de unos meses, ¡ni cómo reaccionará el mundo del cine cuando demostremos que todo el mundo puede hacer una película!". Pues eso, que todo el mundo puede hacer una película. Yuju.

13.7.09

Si no hay Casera, nos vamos

El siguiente es un comentario real extraído del foro de una web (pinchar para ampliar):

"Hola, aquí un sexual! Me preguntaba si alguno de vosotros conoce drogas asexualizantes. Definitivamente no soy asexual y estoy empezando a odiarme por ello. No me importa si es por algún episodio psicológico de mi infancia o alguna mierda así, sólo quiero alguna pastilla que pueda tomar para suprimir definitivamente las hormonas del arousal o lo que sea. Por favor. Estoy desesperado. (...)"

El site se llama asexuality.org y va totalmente en serio. Se plantea como punto de encuentro de personas a las que no le gusta el turrón. Se cuentan sus cosas, se casan entre ellas y se montan blogs que tienen nombres como "Celibate Passions" o "Platonic partners". Por más que lo intento no me sé imaginar cómo percibe esta gente la vida, el arte, el humor, las relaciones. La comida, diría incluso. Al que sí entiendo muy bien es al individuo del comentario. Su última mujer le dejó el corazón como una uva pasa, o le gusta tanto el fornicio que se siente un animal, o es tan feliz con su pareja que llega tarde al trabajo dos de cada tres días. En cualquier caso el misterio que subyace a su mensaje de socorro podría inspirar diez novelas, no me digáis que no.

A pesar de que toda la gente del foro le dice que consulte un especialista, hay uno que le recomienda directamente que pruebe con Androcur, un antiandrógeno. Es como si el sexo fuera al final incompatible con esta vida moderna, entre la Viagra (querer y no poder) y el Androcur (poder y no querer). Suerte que aún queda gente como mi amiga Celia, a la que he visto una sola vez en los últimos tres meses a ver si alguien adivina por qué.

11.7.09

Gordos, feos y locos

Los políticos suelen ser feos y los directores de cine tienden a engordar. Eso es algo que cualquiera puede ver, aunque no sea posible (aún) demostrarlo con estadísticas. Lo que sí está documentado y acabo de leer en la revista de Turner es la cantidad de jugadores de ajedrez que han acabado chalados, en la casa de la risa en el mejor de los casos. Gustav Neumann, por ejemplo, uno de los cinco mejores del mundo, se retiró por una enfermedad mental trepidante y misteriosa; Carlos Torres-Repetto fue número uno en México hasta que una crisis nerviosa lo dejó fuera de competición y en la ruina; Raymonde Weinstein, después de quedar tercero en el campeonato de Estados Unidos, desarrolló esquizofrenia grave y lo encerraron; Johannes Minckwitz, un alemán en primera línea, se tiró de cabeza a las ruedas de un tren... Me quedan bastantes más, y paso por alto a Bobby Fisher (en la imagen con 13 años, contra 21 señores a la vez).

Cuando acabo el artículo creo entender qué pasa aquí: se murieron de gusto el día que descubrieron que el ajedrez es un juego que prescinde del azar, la fiebre positivista les llevó a inventar una máquina -Deep Junior- con "inteligencia humana" que hizo tablas con Kasparov, y de ahí los informáticos dedujeron que habían "cruzado el umbral". Me desconcierta tanto método científico y tan poco tino con las conclusiones. A mí lo que me parece obvio es que quienes "cruzan el umbral", a veces, son las personas, sobre todo cuando creen que su mente puede con todo.

8.7.09

The truth about writers

Leo la prensa online, un día más, y descubro la que parece la única novedad literaria del día. Desmotivada del todo, me lanzo a la internacional y acabo dándome de bruces con un artículo que asegura los escritores somos unos cuentistas (en el mal sentido, se entiende). Lo dice un profesor de escritura de la Cornell University y yo lo corroboro: esta es una profesión de pusilánimes. Somos los anti-acción. Tengo un amigo que empezó su blog el día que conoció a las espectaculares amigas de su novia. Le gustaron todas pero, claro, no podía tocarlas. ¿Y qué hizo? Encerrarse entre cuatro paredes y escribir (entre otras cosas). ¿Alguien conoce a un buen escritor que sea torero, velocista, boxeador o experto en desactivar minas antipersona? Pues eso; que mucho lirili y poco lerele. Yo misma, si tuviera agallas, en vez de hacer como que escribo hubiera seguido los pasos de Cristina Martínez, la extremeña que cruzó el charco, montó una banda con Jon Spencer y se casó con él. I dig your groovy hips/ I dig your barbecue lips son dos versos que desde luego no pasarán a la historia de la literatura pero encierran mucho más amor, valor y verdad que las obras completas de César Vidal, por poner un ejemplo.

4.7.09

De cosas en movimiento

Igual os suena esta canción porque formó parte de una campaña televisiva de El Corte Inglés el año pasado (¿o fue el otro?). Yo la conozco porque el manager del grupo era entonces mi vecino y, el día que la acabaron de grabar, sonó a toda castaña a través del patio como cinco veces seguidas. Nunca me había parado a escuchar mucho la letra hasta hoy: "Sólo sé que las cosas que buscan su curso encuentran su vacío", descubro entre violines frenéticos y quejíos flamencos, supongo que porque no tengo nada mejor que hacer. Suena a verdad extraña, pero es lo mismo que decir que cuando todo va bien no pasa nada. Como cuando vas a la playa y el agua no está fría, y no puedes decir uy, ay, uf mientras te metes, ni tiene gracia mojar a tu mejor amiga que sólo ha conseguido meterse hasta la rodilla. Tu amiga entonces no te aguanta la cabeza bajo el agua durante veinte segundos que parecen la eternidad, así que tú no tienes ningún motivo para hacerle la zancadilla antes de que alcance la arena. Ella no se caga en tus muertos, tú no te burlas de su gran estilo pegándosela, ella no saca a relucir la vez que te caíste de morros en la escalera de aquel bar y tú no le dices que tampoco hace falta que se enteren en Pequín. Simplemente os metéis en remojo en un mar azul templado que os alcanza para decir:
-Qué buena está el agua.
-Pues sí.

2.7.09

América queda lejos

Carlos ya está en Barcelona. Se fue a hacer las américas y su vuelta ha sido con honores. Se conoce que el fregao aquel en el que nos metió a todos ha gustado en El Salvador y ahora nos escribe para explicarnos que va a mover la exposición por el resto del continente. Y también por aquí, si alguna institución catalana se enrollara o enrollase.

No sabía que Mònica Terribas y Pedro Zarraluki también estuvieran en esto. Supongo que es un honor que mi nombre esté junto al suyo pero esta mañana me ha despertado un bofetón y sólo pienso en una cosa. Bueno, en dos.

A lo que iba: Carlos es el alma de muchos proyectos, pero el que más me gusta de todos es Murmuri, ese híbrido de newsletter y programa de radio indie que siempre me descubre grupos interesantes. Su cabeza es un hervidero. Una vez me contó una idea para una performance anticapitalista: reclutar a cien personas, meterlas en un McDonald's, hacer que todas pidieran una botella de agua y luego se sentaran durante horas en una mesa a leer. Ese tipo de personas que mueven el mundo. Aunque esta mañana sólo lo supongo, ya no sé.

29.6.09

Canciones de la nada

Me escribe Javi, que el sábado vuelve a la carga en la biblioteca Mercè Rodoreda. Siempre le he alabado las agallas de tocar en los bares, en el metro, en la calle y donde sea. No cualquiera es capaz de substraerse a público y contexto. Hace falta valor.

Este fin de semana estuvimos con Sara en su último concierto en el Cara B. Él y la acústica, teloneando a Desorden Juanra, rompiendo el hielo a cara perro. Nos encantó esa versión que toca siempre en las pruebas de sonido y "Road movie peninsular".

La cosa de la imagen, la web y el myspace es ya cosa de Pilar. Juntos han editado su primer EP desde su flamante plataforma Ovejasydiscos. A todos nos gusta mucho el nombre (a los de Radio3 también), así que ojalá publiquen bajo ese sello un montón de discos más.

Esperemos también que el sábado no haya muchos críos correteando entre el respetable.

El negro no es elegante

Está tan sobrevalorado que este título suena a herejía. Dicen que es impecable, perfecto, el color que siempre queda bien, aunque ya no veo por qué y el rollo empieza a cansarme. Tengo ganas de que se pase de moda y vuelva a ser cosa de mimos, viudas al uso y tribus urbanas decadentes. Y tiene miga que yo, nominada diez veces consecutivas a Cucaracha del Año, sea quien lo diga.
Christina Rosenvinge describía así en "Teclas negras" sus pintas cuando teenager:

Toda la ropa negra por si acaso
Era la hermana loca de Gregorio Samsa


Mauro Entrialgo dio en el clavo la semana pasada (pinchando la imagen se amplía):

Y Aurelio me hizo un día la siguiente reflexión, a cuento de una peli mala que pasaban por Xtrm: "¿Te has dado cuenta que ahora son los buenos los que van de negro? Mira Matrix, mira Expediente X".

No sé quién o qué me ha convencido más; lo cierto es que ya no puedo vestirme de negro de arriba abajo porque ahora lo asocio a la falsa modestia, al artista afectado o fingido, a las tallas grandes y al consenso social más grande desde el "No a la guerra". Por no hablar de que en verano da un calor que ahí te quiero ver.

27.6.09

Socatoba se cabrea

No sé si fue el jueves o el viernes que estuve en taller de Sonia, el que comparte con Edu a unos metros del final de La Rambla, siguiendo la pista del dedo de Colón. Esta mujer es muy bruta; pinta cada día sin parar y, si está cabreada, ni os cuento. Y ahora lo está, vaya si lo está. ¡Ah, los hombres!

Pero jodida y todo, ella se pone la música a tope y pinta. Pinta como si se hiciera el harakiri, como si le quedaran ocho minutos de vida, como si el lienzo tuviera la culpa de todo. Luego es un cielo de tía, serena, cabal, etecé, pero no quisiera yo encontrármela con un pincel en la mano, ya os lo digo.

Y al cabo de la calle, la pregunta: ¿hubiera sido mejor que su ex fuera un poco menos subnormal y ella nunca hubiera pintado, rota de rabia, Sentimientos encontrados, estos cuadros que se van directos a no sé qué expo americana? Para mí la respuesta es clara: sí, hubiera sido mejor, aunque no haya mal que por bien no venga.

Ayer estuve en Lenina

Ahí estaban, en el Fòrum de la Fnac, a punto de empezar la presentación de su primer disco, y eso que se habían jurado que nunca tocarían en un centro comercial. Yo llegaba tarde a algún sitio y cruzaba la galería por dentro, por acortar camino, cuando escuché los primeros acordes de "Lenina", mi canción preferida de La Banda. Desde que Dimas, su compositor, supo que me gustaba tanto, me la dedica en todos los conciertos. Entonces yo aplaudo y después, por derecho, me pongo a bailar.

Dimas es un creador nato, profundo aunque ligero, de alma roquera y guitarra funk que siempre te sale con algo nuevo. Cada vez que escucho "Two of us" de su otra formación, me la imagino con unos arreglos mejores y cantada por Chris Isaak, y se me agolpa el clémiso mientras caen las hidromurias. Todo genial, sí, pero no nació para frontman. No sé si se enfadó el día que se lo dije.

O sea que la otra tarde así estaba la cosa: él de guitarra con los del Polo Norte y yo con Helena y Pepe saltando entre abuelos y niños que lo mismo hubieran celebrado un CD de Georgie Dan (perdonadme el ninguneo pero si los adolescentes ven viejo a todo el mundo, los treintañeros creemos que la única edad cabal es la nuestra). Gran presentación al fin -Òscar, el cantante, es como el último bastión de líbido rock condal- e inmejorables ventas: agotaron las existencias.

Al acabar me acerqué, a dar dos besos y a reafirmarme como fan. Y a decirle a Dimas y a que me dijera que a ver si quedamos para esa birra que nos debemos desde 2005. La hemos arrastrado tanto que en algún momento pasó de cita probable a chiste privado. A estas alturas lo de menos es que nos tomemos la cerveza o no pero, puestos a elegir, uá, ojalá sea en Lenina.

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