
Dimas es un creador nato, profundo aunque ligero, de alma roquera y guitarra funk que siempre te sale con algo nuevo. Cada vez que escucho "Two of us" de su otra formación, me la imagino con unos arreglos mejores y cantada por Chris Isaak, y se me agolpa el clémiso mientras caen las hidromurias. Todo genial, sí, pero no nació para frontman. No sé si se enfadó el día que se lo dije.
O sea que la otra tarde así estaba la cosa: él de guitarra con los del Polo Norte y yo con Helena y Pepe saltando entre abuelos y niños que lo mismo hubieran celebrado un CD de Georgie Dan (perdonadme el ninguneo pero si los adolescentes ven viejo a todo el mundo, los treintañeros creemos que la única edad cabal es la nuestra). Gran presentación al fin -Òscar, el cantante, es como el último bastión de líbido rock condal- e inmejorables ventas: agotaron las existencias.
Al acabar me acerqué, a dar dos besos y a reafirmarme como fan. Y a decirle a Dimas y a que me dijera que a ver si quedamos para esa birra que nos debemos desde 2005. La hemos arrastrado tanto que en algún momento pasó de cita probable a chiste privado. A estas alturas lo de menos es que nos tomemos la cerveza o no pero, puestos a elegir, uá, ojalá sea en Lenina.
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